martes, 19 de agosto de 2014

Un corazon con aroma a frutillas

Había una vez una niña muy hermosa que nació con un fuerte aroma a frutilla en todo su cuerpo. Era tan intenso que sus padres usaban barbijo para protegerse y no desmayarse.
Su presencia “frutal” era muy agradable, sin embargo, ese dulce olor terminaba empalagando hasta el punto de ser insoportable.
Para Julieta, el personaje principal de esta historia, la vida no era fácil. Salir a la calle era un problema, pues la gente al olerla más de diez segundos, huía despavorida.
Tuvo que dejar la escuela porque no soportaba ser excluida de ese ámbito. No compartía  el aula con sus compañeros, pues el director le había asignado una para ella sola. Y los profesores se negaban a darle clases.
Pasaron los años, Julieta se transformó en adolescente. Era muy bonita; era rubia, de tez blanca y alta.Y ya empezaba a gustarle los chicos, pero no se atrevía a
hablar con ellos por temor a espantarlos.
Una vez fue a bailar sola pero fue un verdadero desastre. Tuvieron que desalojar el lugar y llamar a los bomberos.
Hasta que una tarde de verano su vida cambio. Conoció a su "príncipe azul".
Ronald, el florista, era su nombre. Habia perdido a sus padres y trabajaba desde niño. Tenia diecisiete años.
Esa tarde, Julieta fue a la florería y el chico no le quito los ojos de encima. Cuando salió a la calle, el comenzó a seguirla hasta que la alcanzo en la esquina.
-Señorita, permítame invitarla a tomar un helado.
-¿No te molesta mi aroma a fresas, chico guapo? – respondió desafiante
-Soy florista desde hace más de cinco años. Tengo el olfato muy sensible a todo y tu hueles muy bien. Tu aroma me cautiva. Hueles a frutilla con jazmin y una pizca de rosas y claveles.
Estaban todo el tiempo juntos; se amaban y daba gusto verlos juntos.
Y así Julieta, la bella adolescente "frutal", conoció al amor de su vida. Y cuando cumplió los dieciocho años, se casó con Ronald, su gran amor.

                                       

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