lunes, 11 de agosto de 2014

Mi locura por los videojuegos

Todo comenzó cuando mi papá me compró una consola de juegos cuando tenía doce años. En seguida me entusiasme con el “Pac man”, con el “Frogger”, con el "Galaga", con los "Invasores del espacio", con el "Donkey Kong", con el "1942" con el "Kung fu master", con el "Bomberman", con el "Bubble bobble", con el "Star force", con el "Mario Bros", con el "Sonic" y con el “Tetris”. Pasaba horas jugando y, sin darme cuenta, descuidaba mis tareas escolares e ignoraba a mis amigas.
Después, un año más tarde, para mi cumpleaños, me regalaron una computadora. Eso cambió mi vida. A veces pasaba días sin dormir tratando de aprender su uso; aprendí sola con ayuda de libros y revistas de programación. Lo que siempre me volvió loca fueron los juegos. Cree muchos de ellos y los vendía por Internet, sin que mis padres se enterasen. Como no podía tener una cuenta bancaria me abonaban en efectivo.  Me encontraba con mis clientes después de la escuela y cerrábamos el trato.
Cuando tenia esa edad, adquirí también las viejas consolas "Atari" y "Family game" (rompía los joyticks de tanto jugar); y después las versiones mas modernas de "Nitendo" y "Sega".
Mi mejor amiga, Soledad, me vendió su celular, pero lo usaba sólo para jugar al “Pin ball” (era experta y conseguí romper el récord de ese juego en mi país). No solía mandar mensajes ni llamaba a nadie.
Tuve una fuerte discusión con mis progenitores cuando decidí dejar la escuela. No me interesaba aprender cosas absurdas que nunca iba a poner en práctica en la vida. Mis padres reprochaban que lo único que mi importaba eran los “jueguitos electrónicos”.

-¡Por dios, hija, debes salir con tus amigas, ir a discotecas y conocer chicos!

-Soy feliz así, mamá. ¡Déjenme en paz!

Pero lo peor que me sucedió fue convertirme en adicta. Cuando salieron los juegos de realidad virtual me perdí en ese fantástico mundo.
Ni siquiera tuve que gastar dinero, pues esa “maravillosa” aplicación la descargue en la red.
 El juego consistía en una aventura épica y medieval. Yo era una reina y tenía que gobernar. Vivía en un castillo y me enfrentaba a orcos, dragones y gigantes. Firmaba acuerdos territoriales con los duendes y me enamoraba de un elfo muy apuesto.
Después siguió la "Playstation", que fue mi perdición.
En ese mundo estuve en inmersa hasta los quince años. No me bañaba y estaba en pijamas todo el día. Mis padres estaban muy preocupados por mí. Yo, por supuesto, los ignoraba.
Y un día me “desconectaron “de esa realidad paralela. Mi papá apagó la computadora y me internaron en un centro de adicciones.

-Se terminó, hija. Hemos tenido bastante paciencia contigo. ¡Basta de jugar!

-¡Es injusto! Yo no molesto a nadie…

Salí de ese horrible lugar y regrese a mi hogar. Cuando llegué me dirigí a mi cuarto y, para mi sorpresa, la computadora y la consola, habían desparecido.
Me reencontré con mis amigas. No las veía desde hacía más de tres años.

-¿Qué gusto volver a verte? Me alegro tanto de que estés nuevamente en este mundo.

-Gracias. De todas formas cuando termine la escuela me dedicaré a la programación de videojuegos.

Eso era lo que mis amigas me decían.Mientras tanto yo experimentaba algo de felicidad por haber abandonado la realidad virtual. Sin embargo extrañaba ese mundo tan increíble.
De todas formas, los sábados, me escapaba a la tienda de videojuegos del centro comercial y me deleitaba con jueguitos de la década del ochenta. Pensar que mi adicción empezó con esos juegos tan básicos.
Para mis “dulces dieciséis “compre un pequeño “game boy”, que usaba, con muchísimo placer, a escondidas de mis padres.
Ya me había curado y estaba preparada para volver a la escuela y terminar mi adolescencia, pero nunca voy a olvidar las noches de insomnio viviendo aventuras en mi computadora.

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